Las inmunoglobulinas son moléculas que intervienen en los procesos de defensa frente a microorganismos, células extrañas y también frente a las sustancias capaces de producir alergias. Son conocidas comúnmente como anticuerpos.
En el organismo se producen distintos tipos de inmunoglobulinas, cada uno es específico frente a un determinado antígeno. Esto es lo que permite que exista una memoria inmunológica, que se obtiene al entrar en contacto por primera vez con un determinado microorganismo, o bien cuando se es vacunado, haciendo que una vez que se adquiere y se supera una determinada enfermedad infecciosa esta no vuelva a aparecer.
Algunos ejemplos de la memoria inmunológica son enfermedades como el sarampión, la varicela y la rubéola.
Existen cinco tipos de inmunoglobulinas: la A (IgA), la G (IgG), la M (IgM), la E (IgE) y la D (IgD)
Las A, E y D son las que se producen en menor cantidad y están relacionadas con defensas locales a nivel de las mucosas de la vía respiratoria y del aparato digestivo, así como con las respuestas de tipo alérgico.
Por su parte, las M y G se relacionan con la defensa del organismo frente a los microorganismos.
Los anticuerpos se encuentran presentes principalmente en la sangre, en las secreciones como la saliva y las lágrimas, así como adheridas a la superficie de los linfocitos B, que son las células del sistema inmune encargadas de producir los anticuerpos.
Funciones de las inmunoglobulinas G y M
Una vez que ingresa un microorganismo o una célula extraños al cuerpo, se activa sistema inmunológico.
Si es la primera vez que ese agente entra en contacto con el sistema inmune, se produce la Ig M, que es el primer tipo de anticuerpo que se produce contra un determinado microorganismo, este dura en promedio unas tres semanas y luego desparece. Una vez que se ha llevado a cabo el ataque inicial contra el agente extraño, comienza a producirse la Ig G, esta tiene una duración de por vida por lo que es la que brinda protección permanente frente a esa enfermedad.
La Ig G es específica para cada microorganismo, existen tantos tipos de Ig G como microorganismos con los que se ha entrado en contacto a lo largo de la vida. Por esta razón este es el tipo de anticuerpo que tenemos en mayores concentraciones en la sangre.
Una vez que las inmunoglobulinas se unen a las células reconocidas como extrañas, son capaces de activar un tipo especial de ataque frente a los inversores externos que es el sistema del complemento. Este consiste en una serie de proteínas diferentes que se van activando en forma de cascada para finalmente producir la ruptura de las células y por lo tanto su muerte.
Cómo interpretar los resultados IgG e IgM
Pueden determinarse mediante exámenes llevados a cabo en una muestra de sangre. En líneas generales, los resultados pueden interpretarse de la siguiente forma:
IgM positiva con IgG negativa: Estamos en presencia de una infección aguda.
IgM negativa con IgG positiva: La persona ya desarrolló una infección por ese microorganismo en algún momento de su vida, pero no se puede establecer cuándo.
IgM positiva con IgG positiva: Significa que la persona tuvo una infección en el pasado y que volvió a entrar en contacto con el microorganismo, es decir, tiene una re-infección.
IgM negativa con IgG negativa. La persona no tiene la infección por un determinado microorganismo en el momento actual ni tampoco la ha tenido en el pasado.